​3. 04. 2020

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Adentro me reduzco, se reduce el espacio, nos reducimos al aislamiento, somos distancias con intentos de cercanías, queremos vernos, escucharnos, abrazarnos, no podemos, no hay tacto, somos lejanía. En ese intento desesperado de sentirnos no nos damos cuenta que terminamos por no reconocernos, y es que... ¿Cómo puedo sentir el pulso de unos ojos que se disfrazan de frontera? Vivimos el día sembrando el pilar de la incertidumbre y de incertidumbre tampoco sabemos nada, nada porque dependemos del comportamiento de un ente invisible. Creamos irrealidades para tramitar la realidad que nos golpea, nos golpea, nos golpea y nos deja sin aire y pareciera que enfermamos. Yo me siento enferma, por estar separada, por sentir esa presión taciturna en el pecho que me obstaculiza la respiración, me siento enferma y recurro a bocanadas de aire que a veces ya ni me caben en la boca. Me he vuelto una acaparadora de alientos porque los necesito, pero no sé si ellos me necesitan. Por días suelo sospechar que se me va el soplo en busca de nuevos vigores para darme cuenta que ellos vienen a mi cuando lo desean. Me reduzco. Soy separación. Soy abandono. Soy encierro (Montoya, 2020)